jueves, 20 de noviembre de 2008

Fluctuaciones en el precio del placer (o del dolor)


Tan cambiantes como el IPC, los precios de las drogas llegan a decir mucho sobre ellas. A cada kilómetro que avanza la droga, su precio aumenta, pudiendo llegar a multiplicarse por diez o más. Un ejemplo de esto: Un kilo de hachís de calidad media-baja en Marruecos tiene un precio de entre 500 y 1000 euros; una vez llega a Alicante, ese mismo kilo puede llegar a costar alrededor de 1500-2000 euros. Si seguimos subiendo, en Catalunya o Madrid puede llegar a valer más de 3000 euros, medio millón de pesetas. Además, al encontrarse España entre Marruecos y el resto de Europa, ese hachís que en su andadura ibérica va aumentando considerablemente su precio, cuando cruza los Pirineos se convierte en oro puro. En Alemania, Noruega o Reino Unido, ese mismo kilo alcanzaría los 12000 euros perfectamente, así es Europa.
Eso en el caso del hachís; la cocaína también sufre estos aumentos de precio desde que sale de Colombia, Perú, Bolivia o donde la traten, cruzando fronteras sudamericanas y siendo procesada en laboratorios ilegales escondidos en las innumerables selvas de la zona. Desde que sale de Latinoamérica hasta que llega a Europa y EEUU, su precio se multiplica en varias ocasiones, tantas como intermediarios. No obstante, el precio depende fundamentalmente de la calidad, y ésta está directamente relacionada con la distancia recorrida y con el número de intermediarios. Por ejemplo, un kilo de cocaína de Colombia llega a las costas gallegas con un determinado índice de pureza, digamos del 80%. Pues bien, ese 80, al pasar por muchos intermediarios que la cortan con otras sustancias, va descendiendo hasta el punto de alcanzar, una vez llega a Alicante, y como máximo, un 12% de pureza. Comparen. Esto provoca que, en muchas ocasiones, las sustancias con las que se adultera la coca sean las realmente nocivas para los consumidores: ácido bórico, procaína, polvos de talco, amoniaco, manitol

Por ello, la policía debe analizar todo lo que incauta, porque si la sustancia tiene una pureza alta el delito contra la salud pública es mayor, cosa que debería ser al revés. La alta pureza de una sustancia permite que se necesiten menos dosis para alcanzar los mismos efectos, además de evitar los posibles efectos secundarios derivados de su adulteración. Es evidente que las políticas prohibicionistas, iniciadas por los EEUU a principios del siglo XX, no han hecho más que agravar el problema. El director de documentales canadiense, Ron Mann, recoge este hecho en su documental Grass: La historia de la marihuana en el que expone la lucha contra las drogas del gobierno estadounidense desde los años 30 hasta los 80. Una lucha que ha propiciado el aumento de consumidores de la hierba de la discordia en el primer país del mundo desde que comenzó esta guerra demonizadora. Una guerra de la que algunos aun salimos heridos. Los estados, fingiendo preocupación por la salud de sus gobernados, prohíben y persiguen a las drogas, se incautan y se imponen multas excesivas para el tipo de gente al que van dirigidas la mayoría de veces. Y así, robándole a un chaval de clase baja entre 300 y 6000 euros por fumarse un porro en un parque, el gobierno se siente tranquilo por que ha ayudado a ese muchacho a darse cuenta de que la droga es mala. Y ese chico, que tiene que pagar la multa, y que de su casa no podrá sacar el dinero ¿qué hará? No pagará la multa, teniéndose que enfrentar a la sanción correspondiente; robará para pagarla, incurriendo en un delito mayor que el de escandalizar a una anciana que lo ve fumar desde su ventana; o sencillamente venderá más droga para pagar esa multa. O sea, todo al revés. Porque antes, en el siglo XIX y anteriores, las drogas se vendían legal y controladamente en farmacias. Cierto es también que un conocimiento insuficiente de su nocividad provocaba muertes a menudo. Pero la gente no se sentía tan atraída por los narcóticos porque los tenían al alcance de la mano, cosa que con las prohibiciones aumentó su magnetismo por considerarse una transgresión. Al final, el primer país en declarar la guerra a las drogas, Estados Unidos de Norteamérica, ha acabado ocupando posiciones preferentes en el ranking de principales productores mundiales de marihuana. Lo que son las cosas.

4 comentarios:

XèKinaMúsica! dijo...

No había leído el blog hasta ahora mismo y la verdad es que me sorprende para bien! Más allá de lo buenas o malas que sean las drogas, de quiénes las consumen y todo eso, hace falta entrar en la esencia de este problema, que no es otro que la prohibición, los vacíos legales y las contradicciones en las que caen los gobiernos en cuanto a este asunto, algo que los medios no se atreven a reflejar por nada del mundo. Buen blog, Míguel, buen blog!

Elena dijo...

Si no llega a ser por el asunto tenso que existe en algun lugar de blogspot no hubiera encontrado tu propio blog míguel! Así que te tengo fichado! El tema es interesante, la redacción brutal y las ganas del autor...no hay más que verlo! Me pasaré a menudo!
De mis impresiones sobre las drogas, pocas. No tengo tanto conocimiento como para extenderme. Hay viajes malos, otros muy malos y buenos o muy buenos, claro esta. Y esto yo lo relaciono con la compañia. Para mi, no sienta igual con unas personas que con otras. ¿Qué te parece? Intenso y profundo. Es que me estan exando de mi interné robado y no tengo tiempo para un comentario en condiciones. Ya apareceré.

Suerte!!!

Alejandra Lorente Ruiz dijo...

Cada día que te leo me gusta más. Encuentras la forma de decir las cosas de forma sorprendente. Eres directo y vas al meollo de la cuestión. Lo que no acabo de entender es lo de la pureza de la droga, había oído que cuanto más pura es, más peligrosa, pudiendo ocasionar la muerte en una sola dosis. ¿La gente también se muere porque cortan la coca con detergente o eferalgan? o porque a raíz de eso tienen que hacerse muchas más dosis para conseguir el mismo efecto? Un abrazo!

Miguel Carvajal dijo...

¡El ácido bórico ataca de nuevo!